DILUVIO
Era yo, con todas las criaturas de la tierra: solo en el arca, sin mujer a quién contar historias; oculto en el bramido nocturno de la bestia inquieta, en el silbido de la víbora,
entre rumiadores, aleteos y bufidos.
Y cuidaba a los animales, dábales de comer, recogía sus excrementos, fui su faro. Nombré a los que de nombre carecían, consolé a los enfermos. Di amor
en medio del funesto oleaje.
Espesa lluvia mordía bosques y montañas;
desde los valles anegados hasta las aldeas
de barro y arenisca: gritos.
Lloraron sangre los leones, sangre brotó de los pájaros nocturnos, las pezuñas se hundieron en la sangre,
el pelaje de las fieras se tiñó
de sufrimiento e ira.
Todos se amodorraron, trémulos, con su par.
El diluvio siguió por mil años. Y nadie me limpió los ojos.
SELF
Soy nada. Una grieta desde la cual puede verse el mar. Un balón rodando hacia el niño que le teme. Una hoja mordisqueada. Ni el gusano. El peldaño en orfandad de pie.
Soy algo. La coma en la vida ajena. Pausa inútil. El ribete de los trajes fúnebres o en la narración cansada. La regadera que gotea. Y la gota. Guante del que dispara el arma. Pecho donde algunas mujeres han llorado. Animal bastardo de una creación perfecta.
Soy otro. Río que arrastra las manos al penetrarlo. Mariposa de furia que se lanza a la farola. Muralla que resguarda una ciudad vacía.
Y a pesar de todo, espero otros ojos. Quizá los tuyos, los de anoche.
QUEMAR NAVES
1
No sé si nosotros, los de fuego, podremos acariciar charcos de lluvia para asentar barcos endebles hechos con la nota roja del periódico y verlos alejarse, mientras los pies se nos apagan: somos velas, no merecemos esta agua.
2
Nuestra infancia navega entre homicidios / hurto / violaciones / horcas.
Un pirata ciego capitanea la nave que de proa a popa tiene la palabra sangre
como insignia de bautizo.
3
¿Cuántos leviatanes son necesarios para frenar mi niñez, mi barco de suicidas y ladrones?
4
Nos quemábamos en el oxígeno de nuestros padres:
El hombre dijo: "nombra el barco". La mujer guardó silencio. Así que llamé al navío: "Máter", y surcó alcantarillas, vidrios, ratas muertas.
5
Éramos cirios alumbrando un vientre adusto. Éramos flamas cuando anochecía.
Sin embargo, la marea devoraba nuestros pies: era un charco: era un río: una bitácora de crímenes ácueos.
6
No sé si nosotros, los de fuego, alcanzaremos a ver a nuestros hijos abandonar el puerto de origen.
Nos quemábamos, por favor, recuerda: crepitar era nuestro orgullo, enfrentar chispas contra astros fríos.
Éramos de fuego y
ya nadie cuida de las antorchas.
Ángel Fuentes Balam.
Mérida, Yucatán. 1988.
Director de Teatro, escritor, actor.
}Egresado de la Licenciatura en Teatro de la Escuela Superior de Artes de Yucatán. Ha sido Profesor y Director de la Compañía Escuela de Teatro del Centro Cultural El Claustro, Campeche. Diplomado en Creación Literaria por el INBAL. Director y productor de “Perros que parecen laberinto Teatro”. Es autor de las obras literarias: “Melodía tu engranaje quieto” (Editorial El Drenaje), “Cruoris o la rabia que fuimos” (Libros en Red), “Devoré el cráneo de Eros” (Ediciones O) y “Ya nadie cuida las antorchas” (Sangre Ediciones / Poetazos. En proceso). Ha publicado dramaturgia, cuento y poesía en antologías y revistas a nivel nacional e internacional.
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