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Sandra Álvarez

Mis restos en el océano





XII


Buscaba nuevos paisajes para vos

para describírtelos el día que te volviera a ver

hablarte de la furiosa conjunción

de volcanes y océanos

de los ríos dulces en el fondo del agua salada

de los mares hirvientes

y sus corales azulados.


Decidí quedarme abrazándolos

hasta el día en que te pueda contar sobre ellos.

Hubiera sido más sencillo

describirte mis arboledas interiores.


XIII


Me niego a volver.


Arriba el mundo arde

hay guerras

y más miedos de los que caben en un closet.


Anuncios en las puertas

y en los ascensores:

Se prohíbe tocar la madera.

-No han de querer barcos

ni salvación del futuro-.

El papel lo sustituye en sus dos funciones

(al menos para mí).

XIV

Las botellas llegan intactas

pero la marea revuelve las palabras

-siguen siendo

pero no donde mismo-.


La hilación se anudó

el fondo se desnudó

las estrellas cambiaron de constelación

y la vía láctea buscó otro oficio.

(Se lo buscaron

-para no morir-).


Intentó no caer durante sus actos de trapecismo,

pero no se puede sostener tanto

cuando la gravedad trabaja turnos completos.

La vida de los planetas registró el descenso:

miedo colectivo

-empoderamiento de los monstruos-

¿Volar o flotar?

Nada.

Seguir cayendo.

Siempre hay lugares más profundos que nosotros.


XV


¿Salir de acá?

Solo si los millones de años

me pintan alas

y sanan mi corazón biológico.

Solo si el agua

lava mis neuronas

y los registros prehistóricos.


XVI


Conozco los dueños de los anzuelos,

reconozco las notitas de colores:

provienen del faro

-de las personas que encontraron la manera de sobrevivir-.


Mis peces se sienten atraídos

pero dan de cara contra las rocas

/se comieron mis ojos

y yo los de ellos/

nuestra relación es mutua.


El faro alumbra siempre

-yo huyo siempre-

para demostrar agradecimiento

(si subo

se apaga).


XVII


De estar arriba

lanzaría piedras sobre mi cabeza

me ataría a las ramas de los árboles a esperar la primavera

sembraría rocas y fuentes en la misma maceta.

/Irme para cualquier lugar

donde hayan pocos caminos/


De estar arriba

procuraría nuevamente los abismos

los desfiles de insectos

frente a los nidos de aves.

Y me sentaría bajo las goteras

justo cuando apenas inicie el invierno.


 

Sandra Álvarez

Guatemala, 1992. Periodista y escritora.

He publicado poesía, cuentos y artículos en varias revistas digitales culturales y literarias de Latinoamérica y Estados Unidos.


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