Yo estudié, cuando niña
En una escuelita de barrio.
Segundo piso
De una casona que hacía frente
Al viejo templo de San Francisco.
No fuimos muchos los estudiantes
Siendo ellos, la mayoría,
Hijos de artesanos, obreros
O de las placeras de aquél mercado
Que se escondía, allá en San Pedro.
No fuimos muchos, pero aún recuerdo
A tantos chicos como a Julián, Gregoria,
La Doloritas, con sus eternos mocos
Y trenzas deshilachadas.
O aquél chiquillo que me obsequiaba
Canicas y abrazos,
O a Simona, la hija del sastre Valencia
Esforzada en cuidar mi retorno
Hasta la casona querida.
En esa escuelita de barrio
Era yo la única que habitaba
En aquella casa tan llena
De flores y pájaros,
La de los zapatos lindos
Y un vestido color rosa
Y aún siendo solamente esa una,
Con cuanto cariño me acercaron a ellos.
Cómo no recordar, entonces,
Sus melcochas de anís, los porotos tostados
Y la “jalada” y el “maná”,
Que me ofrecían a diario.
Cómo olvidar tampoco,
La sabia ternura de Doña Carmela,
Esa maestra directora
Que me adoptó como hija,
Siendo solamente alumna.
Después de tanto tiempo,
Aún deben escucharse, lo presiento
Las risas y las voces
De aquellos alumnos
Que fueron construyendo la vida
En esa antigua escuelita
De la Plaza San Francisco.
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